EL DIOS QUE YO CONOZCO

4.02. Fragmentación esperada y percibida

Justino Mártir, de Samaria, primer padre anteniceno de la iglesia, relacionaba el segundo advenimiento con la conclusión de la profecía de Daniel 7, y aludía a los tres tiempos y medio.

Ireneo de las Galias (m. c. 202) declaraba que Roma -el cuarto reino de la gran sucesión- terminaría fragmentándose en diez partes, y que el cuerno pequeño ocuparía el lugar de tres de las diez divisiones de Roma. Además, identificaba al "hombre de pecado" (anticristo) de Pablo con el cuerno pequeño de Daniel.
El tiempo tenía inevitablemente una perspectiva muy reducida para esos primeros expositores.

Para Ireneo (siglo II), los tres tiempos y medio eran tres años y medio literales, dentro de la vida de un individuo.

Pasó el tiempo. Y no fue sino hasta el siglo XII cuando Joaquín de Flora (o Floris) emite) el concepto de que los tres tiempos y medio equivalían a 1.260 años literales.

Tertuliano de Cartago (siglo III) ya había añadido el concepto de que, de acuerdo con Pablo (2 Tes. 2), la continuación unificada de Roma demoraba la aparición del anticristo; y que su división en diez reinos daría lugar al aparecimiento del anticristo, el cual sería finalmente destruido por el resplandor del segundo advenimiento de Jesús.

El paralelismo de los elementos proféticos de Daniel 2 y 7 fue reconocido por lo menos ya en los días de Hipólito (c. 200 d. C.). Afirmaba éste que el alcance de ambos capítulos es idéntico, con la sola diferencia de que Daniel 7 es más amplio. Estas son sus notables palabras:

La "cabeza de oro de la imagen" es idéntica con la "leona", con la cual fueron representados los babilonios. El "pecho y los brazos de plata" son lo mismo que el "oso", que simboliza a los persas y a los medos. "Su vientre y sus muslos de bronce" son el "leopardo", que representa a los griegos que gobernaron desde Alejandro en adelante. Las "piernas de hierro" son la "bestia espantosa y terrible" que simboliza a los romanos, que ahora gobiernan. Los "dedos de los pies de barro y hierro" son los "diez cuernos" futuros. El "otro cuerno pequeño" que "salía entre ellos" es el "anticristo". La piedra que "hiere a la imagen y la desmenuza", y que llena toda la tierra, es Cristo que viene del cielo y trae juicio para el mundo (Fragmentos de comentarios, "Acerca de Daniel", fragmento 2, cap. 3; cf. su Tratado acerca de Cristo y el anticristo).

Hipólito vivió en el tiempo de la dominación de Roma y afirmó que los diez reinos "todavía habían de levantarse".

Un siglo más tarde, poco antes del Concilio de Nicea, Eusebio de Cesarea reiteró en esencia la misma interpretación que establece un paralelismo entre Daniel 2 y 7, estimando que el reino de Dios sería establecido mediante la intervención divina en su segundo advenimiento.

Cirilo de Jerusalén concordó con esta interpretación: las cuatro bestias de Daniel son los imperios de Babilonia, Persia, Macedonia y Roma; el anticristo aparecerá después de la división de Roma y de la humillación de tres de los cuernos de las divisiones siguientes.

Crisóstomo de Constantinopla estuvo de acuerdo con este esquema cuando escribió a fines del siglo IV.

Porfirio (232-304), filósofo neoplatónico, para tratar de desacreditar la profecía, introdujo la idea de que el cuerno pequeño de Daniel 7 era Antíoco Epífanes, del siglo II a. C.

Jerónimo, traductor de la Vulgata, y el último que expuso con amplitud las profecías de Daniel antes de la oscuridad espiritual de la Edad Media, escribió en el siglo V para refutar los argumentos de Porfirio, e identificó a las bestias de Daniel 7 con los metales de Daniel 2. También mencionó por nombre a varias de las divisiones de Roma: los vándalos, los sajones, los burgundios, los alemanes, y otras. Declaró que el cuerno pequeño no era Antíoco, sino el anticristo venidero. El juicio y el advenimiento seguirían al reinado del cuerno pequeño que, según él creía, sólo duraría tres años y medio literales.

Teodoreto de Ciro, teólogo de la iglesia de Oriente (c.393-c.457), añadía que el cuerno pequeño la cuarta bestia de Daniel - la bestia romana - es el mismo "hijo de perdición" mencionado por Pablo.