Desde los mismos comienzos de la iglesia se afirmaba que la profecía de las cuatro bestias simbólicas de Daniel 7, seguidas por el establecimiento del reino de Dios, sencillamente es un paralelo, una repetición y una ampliación del bosquejo profético de los cuatro metales de la gran estatua del sueño profético y de la piedra destructora de Daniel 2.
Ambas visiones eran reconocidas como la descripción que hace Dios del surgimiento y la caída de las naciones y el bosquejo de la historia de los imperios mundiales. La mayoría de los sucesos eran reconocidos a medida que acontecían.
La referencia a los diez reinos y al cuerno pequeño en la Epístola de Bernabé (c. 52 150 d. C.), implica la comprensión de que la cuarta bestia era el Imperio Romano que entonces existía, que diez reinos pronto se desprenderían de Roma, y que tres de ellos serían desarraigados por el "rey pequeño" (Epístola de Bernabé, IV, 1- 5). A esto le sigue la alusión a la inicua conducta del "negro" o "inicuo" que vendría y que sería destruido en el Juicio cuando Jesús volviera a la tierra (Epístola de Bernabé, IV - 9).