La identificación del papado como el cuerno pequeño, hecha por muchos notables expositores europeos del despertar adventista de comienzos del siglo XIX, desde William Hales (1803) hasta E. B. Elliott (1844), fue aún más destacada y uniforme.
Entre ellos había presbiterianos, congregacionalistas, bautistas y anglicanos, en Gran Bretaña, y luteranos y otros, en la Europa continental; hombres muy cultos y dirigentes capaces, obispos, decanos, vicarios, teólogos, pastores, catedráticos, redactores, abogados, arquitectos, comentadores, cronólogos, historiadores y un miembro del parlamento.
En ese momento se consideró como confirmada la exposición historicista -o escuela histórica- de Daniel 7. Y la mayoría creía que los 1.260 días o años ya pertenecían a la historia, pues se los ubicaba desde los días de Justiniano hasta la RevoluciónFrancesa.
Ese grupo de intérpretes se inclinaba sobre todo a las fechas 533-1793. También hubo quienes procuraron determinar la relación de los 1.290 y 1.335 años (Daniel 12: 11-12) con los 1.260 años que ya habían terminado. Esto hizo que no fueran pocos los que añadieran el excedente de 30 años de los 1.290 (1.260+30= 1.290) y los 45 de los 1.335 años (1.290+45= 1.335), en su búsqueda de la terminación de los 1.335 años.
De esa manera, fueron muchos los que colocaron la terminación de este último período alrededor de 1866, 1867 ó 1868. Y de este modo surgió una posición "continuativa" acerca de los 1.260 años. Es decir, aunque la interpretación inicial quizá fue de 533 a 1793, llegó a afirmarse que podría existir una aplicación secundaria a partir de 606 (en tiempo del emperador Focas) hasta 1866. Esto causó incertidumbre.
Fue tan sólo al producirse este despertar acerca del advenimiento cuando comenzó a ser aceptada entre los protestantes la teoría futurista del anticristo iniciada por Ribera dentro de la corriente de la Contrarreforma católica. Según esta explicación, el anticristo sería un tirano que reinaría en Jerusalén, y no en Roma; que aparecería al fin de los siglos, no durante la Edad Media; que dominaría durante tres años y medio literales o 1.260 días literales, y no durante un período de más de 1.000 años.
Esta teoría, primero acogida por Roffey Maitland de Inglaterra, después fue aceptada por James Todd y William Burgh, ambos de Dublín. A partir de ellos y del jesuita chileno Lacunza, lentamente se propagó el futurismo entre algunos premilenaristas europeos.
De allí, se trasladó a Norteamérica y hoy se ha transformado en la explicación generalmente aceptada por los fundamentalistas. Pero el área de interés especial y de estudio en el campo de la profecía se había desplazado de Daniel 7 -con sus escenas del juicio final- a Daniel 8, el cual se examinará en la sección IV.