EL DIOS QUE YO CONOZCO

2.05. La contrarreforma estimula interpretaciones contrarias

La acusación virtualmente unánime de que el papado es el anticristo de la profecía, acusación lanzada por todos los grupos protestantes en todos los países, indujo a los dirigentes católicos romanos a procurar que se desviara el dedo acusador, y que se alejara la atención de los protestantes del sistema católico medieval.

En esto alcanzaron mucho éxito. Francisco Ribera y Luis de Alcázar jesuitas españoles del siglo XVI, se levantaron para hacer frente al desafío, formulando interpretaciones aparentemente razonables, aunque contrarias a las de la Reforma.

Ribera sostenía que el anticristo era un individuo aún por aparecer, un gobernante impío de Jerusalén que ejecutaría sus designios al fin de los siglos en tres años y medio literales. En esto contaba con el pleno apoyo del gran polemista católico, el cardenal Roberto Belarmino.

Esta interpretación que coloca al anticristo en el futuro, recibe con justicia el nombre de futurista. Esta idea futurista pronto se convirtió en la interpretación habitual católico-romana en cuanto al anticristo, y es ahora la más difundida entre los católicos.

Por otra parte, Alcázar sostenía lo que recibió el nombre de preterismo, con lo cual se afirma que prácticamente todas las profecías terminaron con la caída de la nación judía y con la destrucción de la Roma pagana; y que el anticristo había sido algún emperador romano como Nerón, Domiciano o Diocleciano.

La enunciación de estos dos puntos de vista -futurismo y preterismo- mostraba el espectáculo anómalo de dos explicaciones opuestas y mutuamente excluyentes que surgieron de la misma Iglesia Católica; pero lograron su propósito: confundir la interpretación profética protestante.