EL DIOS QUE YO CONOZCO

8.08. Vacilación norteamericana en ubicar los períodos de 1.290 y 1.335 años

En lo que respecta a los 1.290 días o años de Daniel 12: 11, hubo relativamente pocos expositores norteamericanos fuera del movimiento millerita entre 1800 y 1844, que intentaron ubicar cronológicamente este período. La mayoría de ellos hacían comenzar simultáneamente los 1.260, 1.290 y 1.335 años.

Los que eligieron 533 (fecha del edicto imperial de Justiniano) como el punto de partida común, terminaban los 1.290 años en 1823. Algunos escogieron 606 (desde Focas o el surgimiento del mahometismo) para el comienzo conjunto, y hacían terminar los 1.290 años en 1896. Otros ubicaban los 1.290 años entre 587 y 1877. Los restantes propusieron fechas variadas. Había más divergencias en cuanto a estas cifras que en relación con cualquier cálculo profético de Daniel.

También había falta de concordancia respecto al período de 1.335 años. Los que no pertenecían al movimiento millerita, y que intentaron hacer un cálculo, por lo general lo ubicaban entre 533 d. C. y 1866 ó 1868 (aproximadamente 45 años más tarde de la terminación de los 1.290 años).

Unos pocos eligieron el período que va de 587 a 1922, y más o menos el mismo número de expositores lo fijaron entre 606 y 1941. El resto se caracterizó por la diversidad de fechas. Sin embargo, la mayoría de los intérpretes norteamericanos consideraban que los 1.335 años llegaban hasta la primera resurrección y el tiempo "bienaventurado" que seguiría durante el milenio. No pocos entendían que el segundo advenimiento daría comienzo a esto; por lo tanto, había una estrecha relación entre las fechas para los períodos de 1.335, 1.290 y 1.260 años, ya fuera que se los hiciera comenzar en 553, 587 ó 606 d.C.

En la primera fase, la de "1843", del movimiento millerita, todos concordaban con Miller, y hacían arrancar tanto los 1.290 como los 1.335 años de 508 d.C. -fecha que indicaba Miller para la supresión del paganismo-, haciendo terminar simultáneamente los 1.290 con los 1.260 años del dominio espiritual del papado en 1798. Y prolongaban los 1.335 años hasta 1843, en que terminaban junto con los 2.300 años.

Pero en la fase del "séptimo mes", o de 1844, del movimiento millerita -cuando se llegó a creer que los 2.300 años se extendían desde el otoño [septiembre-diciembre] de 457 a.C. hasta el otoño de 1844-, muchos cambiaron la terminación de los 1.335 años de 1843 a 1844, haciéndolos concluir simultáneamente con los 2.300 años.

Evidentemente se creían justificados al hacer ese cambio porque no habían determinado un acontecimiento para la fecha de comienzo de los 1.335 años, la que más bien había sido computada en forma regresiva desde "1843" hasta aproximadamente 508. Pero creían que el tiempo era corto, y tenían poco interés en reajustar los detalles de puntos poco importantes.

8.07. La interpretación europea en el despertar del siglo XIX

Los intérpretes del despertar europeo del siglo XIX estaban divididos en cuanto a las potencias indicadas en la última parte del capítulo: el rey que "hará su voluntad", el "rey del norte". etc.

Algunos interpretaban que el papado era uno de ellos, o ambos; otros creían que se trataba de Turquía; algunos incluían a la Francia revolucionaria o a Napoleón. Otros de este mismo período veían a Antíoco como el rey que "hará su voluntad" (opinión que más tarde llegó a predominar entre los comentadores modernos).

Sin embargo, en los comienzos del siglo XIX hubo una mayor unanimidad en cuanto a la ubicación de los 1.290 y los 1.335 años que en cualquier período previo. Muchos colocaban la fecha final de los 1.335 años en 1867 ó 1868.

Estos expositores eran eruditos y prominentes, y hacían destacar sus opiniones. Era frecuente calcular que los 1.260, 1.290 y 1.335 años comenzaban en el mismo tiempo: en 533 d.C. De esa manera se hacía terminar los 1.335 años en 1867. De acuerdo con este cálculo, la secuencia de las fechas finales era 1792, 1822 y 1867 (ó 1793, 1823 y 1868). La mayoría de ellos creía que la terminación de los 1.335 años sería el comienzo del milenio y del período de bienaventuranza.

Algunos esperaban la purificación de la iglesia; otros, la batalla de Gog y Magog o el gran día de Dios, el juicio final, el descenso de Cristo del cielo, la resurrección y la transformación de los santos que estuvieran vivos, la destrucción de todos los poderes terrenales adversarios de Cristo y de su pueblo, y el comienzo del glorioso reinado de Cristo.

No fueron pocos los que hicieron terminar uno u otro de los períodos proféticos en 1844. Pero predominaba 1867 como el punto céntrico que marcaba el comienzo de la era bienaventurada y el anuncio de la esperanza para el mundo.

8.06. Los primeros intérpretes norteamericanos dan explicaciones parecidas a las de los europeos

Los escritores norteamericanos, desde Roger Williams (m. 1683) hasta Joshua Spalding (1796), dieron explicaciones muy parecidas de los poderes de la última parte de Daniel 11 y de los lapsos proféticos del cap. 12.

Roger Williams, pionero de la libertad religiosa en Norteamérica, declaraba que el poder de Daniel 11: 36 era igual al cuerno pequeño papal de Daniel 7: 25.

Ephraim Huit (m. 1644), primer expositor colonial sistemático de Daniel, decía que el cap. 11 era paralelo con las profecías precedentes de los cap. 2, 7 y 8. También afirmaba que el rey blasfemo del cap. 11: 36 era el "anticristo romano", pero que Turquía era el "rey del norte"; y terminaba los 1.290 y 1.335 años en 1650 y 1695, respectivamente, haciendo comenzar ambos en 360, cuando los sacrificios judaicos fueron eliminados por Juliano el Apóstata.

También Thomas Parker (mediados del siglo XVII) aplicaba los vers. 36-40 al papado, y creía que Turquía era el rey del norte, pero terminaba los 1.290 años en 1859.

Samuel Hutchinson también creía que Turquía era el último poder del cap. 11, cuyo fin llegaría con el segundo y glorioso advenimiento de Cristo, junto con la destrucción del hombre de pecado, pero no establecía fechas para los períodos proféticos.

Increase Mather, rector de la Universidad de Harvard, también sostenía que el papado era el poder del vers. 36, y que después venía la "familia turca otomana". Hacía comenzar los 1.290 y 1.335 años en 440 ó 450.

Su famoso hijo, Cotton Mather (m. 1728), también comenzaba ambos períodos -1.290 y 1.335 años- en 440 ó 450 d.C. De esta manera hacía concluir el último período en 1785, dándole una terminación escatológica.

Por el contrario, William Burnet, gobernador de Nueva York y Massachusetts, creía que el papado era el poder principal de la última parte del capítulo, y extendía los 1.290 años hasta 1745, y los 1.335 hasta 1790, cuando ocurriría la primera resurrección y estaría muy próximo el reino de Dios.

El párroco episcopal Richard Clarke (m. 1780), de Carolina del Sur, finalizaba los 1.335 años en 1765, fecha en que esperaba la "medianoche" del mundo y la caída de Babilonia.

Samuel Hopkins (m. 1803), teólogo congregacional, no asignaba fechas específicas a los períodos; pero comenzaba los 1.260 años en 606, y pensaba que este período profético podría comenzar junto con los 1.290 y conducir a la restauración de la iglesia.

En esta forma, el siglo XIX alboreó con Samuel Osgood, director general de correos, que interpretaba al poder otomano como la figura central de Daniel 11:40 en adelante, el cual llegaría a su fin con el segundo advenimiento; pero rehusaba señalar con precisión los 1.290 ó 1.335 años.

James Winthrop, bibliotecario de la Universidad de Harvard, comenzaba en 532 los 1.260 y los 1.290 años, concluyendo los primeros en 1822 con el juicio, y los 1.335 con el comienzo del milenio, sincrónicamente con el fin de los 2.300 años.

Joshua Spalding, "estrella matutina" de la esperanza premilenarista y cuyo opúsculo fue reimpreso por los milleritas-, explícitamente aplicaba Daniel 11: 44-45 al anticristo papal que saldría con gran furia para destruir y aniquilar por completo a muchos, y que entonces llegaría a su fin. Entendía que los períodos de 1.290 y 1.335 años de Daniel 12 llegaban hasta la primera resurrección y la nueva Jerusalén, con la liberación de la iglesia, la cosecha y el juicio inminentes. Este fue el marco histórico inmediato de la interpretación millerita.

8.05. Las fechas finales ubicadas cada vez más tarde

En la era posterior a la Reforma, numerosos voceros europeos, entre George Downham (1603) y James Bicheno (1794), nos han dejado explicaciones de Daniel 11 en las que tratan de ubicar los 1.290 y los 1.335 días. Algunos dicen sencillamente que el período más largo lleva hasta el segundo advenimiento, la resurrección, el fin, el día del juicio o la nueva Jerusalén. En otros casos, se sugirieron fechas específicas, calculadas sobre el principio de día por año.

El obispo Downham, de Derry, identificaba al papado como el "rey del norte", destinado a llegar a su fin con el período más largo de 1.335 días o años, concluyendo con lo que él llamaba el "glorioso estado de la nueva Jerusalén".

Por el otro lado, el educador disidente Henry More (1614-1687) creía que no sólo el anticristo (sin duda el papado) estaba indicado en Daniel 11: 37-38, sino que el último rey del norte que llegará a su fin sin recibir ayuda representaba a los turcos. De modo que estas dos opiniones se desenvolvían entonces paralelamente.

Las dos posiciones fueron combinadas por John Tillinghast, quien pensaba que tanto el papado como los turcos estaban indicados desde Daniel 11: 40 en adelante. Ambos, según él, habían de ser destruidos por la venida de Cristo. Y calculaba los 1.290 años desde Juliano (366 d.C.) hasta 1656, computando también los 1.335 años desde 366 hasta 1701 -el fin de los 2.300 años-, con el reinado personal de Cristo y el milenio. Pero William Sherwin (1607-1687) aplicaba a los turcos la identidad del último rey del norte, destinado a llegar a su fin sin ayuda. Y terminaba los 1.290 años en 1656 (computados desde Juliano el Apóstata), y los 1.335 y 2.300 años en 1700, comienzo del "tiempo bienaventurado". De modo que las fechas finales fueron proyectadas hacia
adelante en forma gradual.

Thomas Beverley, en 1684, también consideraba que Turquía era el rey del norte, que pronto llegaría a su fin predicho. Decía que el "fin de todo" se aproximaba y que ocurriría en 1772 cuando terminaran los 2.300 y los 1.335 años. El autor anónimo de The Mysteries of God Finished [los misterios de Dios consumados] (1699) pensaba que los 1.335 años terminarían simultáneamente con los 2.300, quizá en 1699, al fin del reinado del anticristo, y los 1.260 y 1290, en 1685.

William Lowth, comentador bíblico (1660-1732), interpretaba al papado como el rey de Daniel 11 "que hará su voluntad", y decía que los 1.335 años llevarían a la purificación del santuario y terminarían junto con los 2.300 años.

En el siglo XVIII, exégetas de Gran Bretaña, Suiza y Alemania procuraron otra vez resolver el misterio de las fechas de estos dos períodos. Unos los hacían terminar en 1745 y 1790, respectivamente; otros los extendían hasta 1860. Hacían corresponder su terminación siempre con las "últimas cosas": el juicio final, la resurrección y el advenimiento o establecimiento del reino de Dios.

El pastor reformado Johann Petri (fines del siglo XVIII) extendía los 1.290 años hasta 1847, cuando comenzaría el reinado del milenio; y concluía los 1.335 años en 1892, como preparación para el descanso eterno. Posteriormente, Hans Wood, de Irlanda, veía a Turquía en Daniel 11: 44-45, y el fin de los 1.290, los 1.335 y los 2.300 años en 1880.

El disidente James Bicheno (m. 183l) hacía comenzar los 1.290 y los 1.335 años en 529, por lo que terminaban en 1819 y 1864. Esta última fecha era el año del "Bienaventurado", y Turquía era el rey del norte. Sin embargo, Christian G. Thube, de Alemania, a fines del siglo XIX, creía que el papado era el poder de Daniel 11: 36-45.

8.04. Diversas opiniones anteriores a la Reforma y en tiempos de ella

Durante la Edad Media, Juan Milicz (m. 1374), precursor de la Reforma en Bohemia, combinando Daniel 12: 12 con Mateo 24: 15, computaba los 1.335 años desde la crucifixión hasta el anticristo, alrededor de 1363-1367.

El erudito Nicolás de Lira (m. 1340) también creía que los 1.290 y 1.335 días de Daniel eran años. Y Juan Wyclef (c. 1324-1384) interpretaba la "abominación desoladora", a que se refirió Cristo, aplicándola a la contaminación del santuario en Daniel 11, como la doctrina de la transubstanciación. Basándose en su entendimiento de las profecías acerca de los 1.260 y 1.335 años, escribió en 1356 que el fin estaba muy cerca.

John Purvey (c. 1354-1428), colaborador de Wyclef y autor del primer comentario protestante, creía que él vivía en los 45 años (evidentemente entre los años proféticos 1290 y 1335) dados a los elegidos para arrepentirse. Y Walter Brute (siglo XIV), erudito lolardo, hacía comenzar los 1.290 años en el año en queAdriano colocó la abominación (ídolo) en el lugar santo y los extendía hasta que se manifestara el anticristo.

Martín Lutero (1483-1546) consideraba que el rey que "hará su voluntad" (Daniel 11: 3) era el papa, el cual llegaría a su fin entre los mares Tirreno y Adriático sin que nadie lo ayudara.

"Aquí, en Daniel 11: 37, tenemos una descripción del anticristo . . . Este reinará entre dos mares, en Constantinopla, pero ese lugar no es santo; ellos [los turcos] tampoco prohiben casarse; por lo tanto, créaseme, el papa es el anticristo".

Al igual que veintenas antes que él, Lutero también sostenía que los 1.290 y 1.335 eran años, pero los hacía terminar por 1372. Por el contrario, Melanchton (1497-1560) destacaba las perversiones mahometanas y papales del culto verdadero, y decía que Daniel 11: 45 podría referirse no sólo a Turquía, que tiene su sede entre los dos mares, sino también a la sede del papa de Roma, también ubicada entre dos mares.

Procurando ubicar este período, Funck, de Nuremberg, tomaba el año 261 d.C. como punto de partida de los 1.290 años, y los hacía terminar en 1550; además, extendía los 1.335 años a 1595, 45 años más tarde. Ecolampadio (1482-1531) sostenía que Daniel 11 culminaría con el anticristo.

Desde Nicolás Selnecker, de Nuremberg (1530-1592), en adelante, numerosos eruditos bien conocidos -incluso el arzobispo inglés Thomas Cranmer y el obispo John Jewel- consideraban al papa como el poder de la última parte de Daniel 11. Por el contrario, unos pocos creían que se refería a Turquía.

Lord John Napier (principios del siglo XVII), primer expositor escocés del Apocalipsis, al considerar los 1.290 y 1.335 días como años, creía que los 1.335 podrían ir desde la supresión de las ceremonias judías en tiempo de Juliano, 365 d.C. y, por lo tanto, terminarían en 1700, tiempo en que esperaba el día del juicio. Por el contrario, el cardenal Belarmino, de la Contrarreforma católica, como era futurista procuraba limitar los 1.290 días a una sola persona maligna. Además, opinaba que los 45 días entre los 1.290 y los 1.335, serían días literales antes de que el anticristo fuera muerto.

8.03. Tentativas de los judíos para ubicar los períodos

Numerosos expositores judíos -desde Benjamín ben Moisés Nehavendi, caraíta persa del siglo IX, hasta Naftalí Herz ben Jacob Elhanan, cabalista del siglo XVI- aplicaban el principio de día por año a los lapsos proféticos de Daniel de 1.290 y/o 1.335 días.

Por lo menos siete lo interpretaron así antes de que el católico Joaquín de Floris aplicara la fórmula del principio de día por año a los 1.260 días, y antes de que sus seguidores, en el siglo XIII, lo extendieran hasta incluir los otros lapsos proféticos de Daniel. Nehavendí extendía los 1.290 años desde la destrucción del segundo templo hasta 1358 d.C.

Una sucesión de eruditos judíos, desde Saadías de Fayum (882-942) en adelante, declararon que esos lapsos eran años. Algunos no les aplicaron fechas; otros lo hicieron desde el siglo I -quizá partiendo de la destrucción de Jerusalén hasta la era mesiánica, que tal vez terminaría por 1358 y 1403-, y otros terminabanlos 1.290 por 1462, los 1.335 en 1575 ó 1594. Estos expositores estaban esparcidos por Francia, España, Alemania, Bulgaria, Argelia y Turquía.

El estadista Isaac Abravanel esperaba el fin de los 1.335 años por 1503, y sostenía que las naciones de Daniel 2, 7 y 8 eran también el tema de Daniel 11. Pensaba que tal vez los reyes del norte y del sur eran un símbolo de los cristianos y los turcos, y hacía terminar los 1.290 (1.390) años con la conquista de Constantinopla en 1453.

8.02. El principio de día por año aplicado en el siglo XIII

En 1297, Arnoldo de Villanova declaró que el anticristo vendría aproximadamente al fin de los 1.290 años, "desde el tiempo cuando el pueblo judío perdió la posesión de su tierra" (después de la caída de Jerusalén en manos de los romanos).
Parece haber sido el primer escritor cristiano (si no lo fue Olivi antes) que aplicó específicamente el principio de día por año a estos períodos más largos, y hacía terminar los 1.290 años en 1376 ó 1378, y los 1.335 años en el siglo XV, en la era de la tranquilidad universal de la iglesia.
Pierre Jean d'Olivi (1248-1298), franciscano francés, jefe de los "espirituales" (grupo rigorista en la orden de franciscanos), también aplicaba el principio de día por año a los 1.290 y 1.335 días. Pensaba que los períodos de 1.260 y 1.290 años eran lo mismo, pero calculados de diferente manera. Los 1.290 años se extendían -según él- desde la muerte de Cristo hasta el anticristo, y los 1.335 años, 45 años más allá, llegaban al jubileo de paz, al séptimo estado de la gracia.

8.01. Perídos proféticos de Daniel 11 y 12 - Considerados durante siglos como días literales

La exposición precristiana de Daniel 11 comenzó con la comprensión de que esta profecía repetía con detalles literales el desarrollo de los mismos tres poderes descritos en Daniel 8: Persia, Grecia y Roma. El Comentario de Habacuc, uno de los documentos esenios hallados entre los Manuscritos del Mar Muerto, compuesto antes de la era cristiana, señala a los romanos como Quitim.

En el manuscrito Quisiano de la LXX, del siglo IX, la palabra "Quitim" no aparece; se usa directamente la designación "romanos". Sin duda este manuscrito representa un parecer bastante anterior a la fecha de la copia que se conoce. Conociendo la interpretación de su tiempo, el traductor o copista sencillamente puso "Quitim" (Daniel 11: 30).

Sin duda el primer escritor cristiano que intentó identificar un elemento específico de este capítulo fue Hipólito, quien declara que el "rey descarado" de Daniel 11: 36 es el anticristo, una persona maligna que debía reedificar a Jerusalén, restaurar el santuario y aceptar que lo adoraran como a Cristo. Para Hipólito, los 1.290 y 1.335 días de Daniel 12, relacionados entre sí, eran meramente días: los 1.290 días representaban el período de la guerra del anticristo contra los santos, y el reino de los cielos vendría para los que sobrevivieran a los 45 días posteriores a los 1.290, es decir hasta el fin de los 1.335 días.

Cirilo de Jerusalén (c. 315-386) menciona que algunos han aplicado los 1.290 y 1.335 días al período del anticristo. Y Jerónimo (c.340-420) escribió: "Pero nuestro [pueblo] piensa que todas estas cosas se profetizan acerca del anticristo, quien existirá en el último tiempo".

Teodoreto de Ciro (c. 386-457), teólogo griego de Antioquía, hacía aquí valer los tres tiempos y medio, o años, con los 1.290 días. Y Aimón de Halberstadt (obispo de 840 a 853), sostenía que después de los 1.260 días y de la muerte del anticristo, 45 días -la diferencia entre los 1.290 y los 1.335 días- son dados para que se arrepientan los elegidos, y son días de gracia.

El Venerable Beda (c. 673-735), historiador inglés, creía que el segundo advenimiento seguiría a los 1.335 días -45 días después de 1.290-, cuando Cristo vendría en majestad, después de la destrucción del anticristo. Y sus tres tiempos y medio son años literales.

7.07. Las "setenta semanas" - Una crítica a los críticos

Si bien es cierto que ha habido muchísimas críticas y mofas debido al completo fracaso de la expectativa de los milleritas que aguardaban la segunda venida de Cristo en 1844, y una acre censura por el atrevimiento de fijar esa fecha, esta es una apreciación parcial.

El error de ellos no fue mayor ni más digno de censura que la fijación de una fecha por muchos prominentes clérigos de diversas iglesias principales, de Europa y América, que creían firmemente que el año 1843, 1844 ó 1847 señalaría el comienzo de un milenio terrenal o de algún importante suceso que conduciría a él, tal como la caída del papa o de Turquía, el regreso de los judíos o la purificación de la iglesia.

Muchos fijaron aproximadamente la misma fecha de los milleritas, esperando que aconteciera algún suceso trascendental; y lo hicieron empleando como base la misma profecía inspirada de Daniel 8: 14: los 2.300 días o años hasta la purificación del santuario, confirmados por los acontecimientos de las 70 semanas. Sin embargo, todos estaban igualmente equivocados en cuanto a lo que debería acontecer.

Los que criticaban a los milleritas, pero al mismo tiempo abandonaban la antigua plataforma apostólica del premilenarismo, auspiciando la falacia del postmilenarismo de Whitby, del siglo XVIII -y sin embargo procuraban vincularla con una profecía cronológica invulnerable a fin de darle firmeza-, no debieran quedar ilesos.

El registro histórico no permite que estos que fijaron fechas critiquen a otros que también lo hicieron, o asuman frente a ellos la actitud de ser mejores.

La cuestión en disputa era el significado de la expresión profética: "Luego el santuario será purificado" (Daniel 8: 14).

Los primeros milleritas habían creído que la purificación del santuario equivalía a la purificación de la tierra con fuego, en el esperado regreso de su Señor en 1843.

Por el contrario, los expositores no milleritas, por lo general habían considerado el santuario como la iglesia, destinada a ser purificada de las contaminaciones de la apostasía, falsas doctrinas y apartamiento de Dios o como la tierra santa, que debía ser liberada de los mahometanos para permitir la restauración de los judíos. Muchosde ellos pensaban que esa purificación comenzaría en torno de 1843, 1844 ó 1847, y que se propagaría triunfalmente durante el milenio. Pintaron así un cuadro brillante.

El sueño de los postmilenaristas que fijaron fechas, su acariciada esperanza de la conversión y transformación pacífica de toda la humanidad, no se realizó, y desde entonces esperanzas similares han sido destruidas por los indecibles horrores de dos guerras mundiales y los paralizantes temores de una tercera.

Así también fueron chasqueados los que esperaban que Cristo viniera al comienzo del milenio y estableciera un reino terrenal. El completo fracaso de esos fijadores de fechas no milleritas debiera silenciar las críticas dirigidas a un grupo que creía en las Escrituras, y que salió de una verdad parcial para llegar a una luz mayor acerca de la purificación del santuario celestial.

Tanto los milleritas como los que no lo eran estuvieron equivocados en cuanto a la naturaleza del acontecimiento que sucedería. Y sólo podría entenderse el verdadero significado del movimiento de 1844 como heraldo del juicio, a medida que brillase mayor luz sobre la fase final del ministerio de Cristo como sumo sacerdote en el verdadero santuario celestial, y sobre la profetizada purificación de ese santuario en el verdadero día de la expiación.

La expectativa de los milleritas era defectuosa en cuanto a la naturaleza del suceso anticipado. Pero ciertamente algo trascendental ocurrió en el otoño (septiembre-noviembre) de 1844.

En la fase final del o "séptimo mes" del movimiento millerita de 1844, se aclaró -en el entendimiento de los milleritas- un nuevo concepto de la purificación del santuario:

"Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová" (Levítico 16: 29-30).

Un estudio más detenido de los símbolos mosaicos de las ceremonias del santuario terrenal les hizo ver que eran la sombra de las realidades celestiales (Hebreos 8-9). Este fue un gran adelanto. En esta fecha del movimiento de 1844, los milleritas vieron a Jesucristo como divino Sumo Sacerdote -ministrando en el lugar santísimo celestial, el cielo de los cielos, como al principio comenzaron a concebirlo-, quien según creían ellos, saldría del cielo al terminar su servicio de expiación en el día décimo del séptimo mes, para bendecir a su pueblo que lo aguardaba. Y esto implicaría y constituiría su segundo advenimiento, pues aparecería "por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan" (Hebreos 9: 28).

7.06. Los escritores norteamericanos difieren en cuanto a las 70 semanas

Por lo menos 14 expositores que no eran milleritas, o bien que eran anterioresa ellos -de 1800 a 1844- ubicaron las fechas del comienzo y la terminación de los 490 años en 457 a.C. y 33 d.C., respectivamente (con la crucifixión al fin de la septuagésima semana), o 453 a.C. y 37 a.C. (con la crucifixión en la mitad de la septuagésima semana). De modo que la fecha de la crucifixión era el meollo del problema y el factor determinante para ubicar cronológicamente las 70 semanas.

William Miller colocaba la cruz -que entonces generalmente se situaba en 33 d.C.- al fin de la septuagésima semana. Al principio sus primeros colaboradores también dieron esto por sentado, como lo, habían hecho la mayoría de los eruditos que no eran milleritas, tanto en Europa como en Norteamérica. Pero varios doctos escritores milleritas llegaron a comprender la inconsecuencia e inexactitud de esta posición.

Basándose en un estudio hecho por William Hales y varios escritores en cuanto al calendario judaico, se dieron cuenta de que la crucifixión se efectuó en la primavera [entre marzo y junio] de 31 d.C., en la"mitad" de la septuagésima semana. De modo que la septuagésima semana se extendía desde elotoño [entre septiembre y diciembre] del año 27 hasta el otoño del 34. Este fue un factor para trasladar la fecha terminal de los 2.300 años de 1843 a 1844.

Además, por su estudio del simbolismo de las festividades judaicas, los milleritas llegaron a la conclusión de que los 2.300 años terminaban en el 7.º mes judaico, es decir en septiembre- octubre.

Este reajuste de 1843 a 1844 como el fin de los 2.300 años, se produjo porque se comprendió:

(1) Que los 2.300 años completos debían extenderse desde 457 a.C. hasta 1844.

(2) Que, por lo tanto, las 70 semanas (490 años) debían terminar en 34 d.C..

(3) Que la cruz debía ser ubicada en la "mitad" de la septuagésima semana (27-34 d.C.), es decir en 31 d.C.

Ahora bien, si la "mitad" de la septuagésima semana era la primavera [entre marzo y junio] del 31 d. C., el fin de la septuagésima semana caía en el otoño [entre septiembre y diciembre] del 34 d.C. Por lo tanto, los 1.810 años que quedaban más allá de la terminación de los 490 años, que terminaron entre septiembre y diciembre del 34 d.C., necesariamente llevarían al otoño de 1844.

7.05. Las "setenta semanas" - Predominan las fechas 457 a.C. y 33 d.C.

En el "despertar del advenimiento" del Viejo Mundo de las primeras décadas del siglo XIX, una veintena de expositores identificaron el año 457 a.C. -el 7.º año de Artajerjes- con el comienzo de las 70 semanas. La mayoría las hacía terminar en 33 d.C. (algunos en el 34).

William Hales (1747-1831), el cronólogo posteriormente citado por los milleritas, colocaba la "una semana" entre 27 d.C. y 34, situando la crucifixión en "la mitad" de esta septuagésima semana, en 31 d.C.

Escribiendo en 1820, Archibald Mason de Escocia aceptaba 457 a.C. y 33 d.C., en tanto que J. A. Brown se definía por 457 a.C. hasta 34 d.C. Ambos expositores entendían que las 70 semanas eran la primera parte de los 2.300 años, lo que hacía que terminaran el período más largo en 1843 y 1844 respectivamente.

Por otra parte, unos pocos expositores, como el obispo Daniel Wilson, de la India, escribiendo en 1836, prefería 453 a.C. a 37 d.C., con la cruz en la mitad de la semana. Pero el arquitecto Matthew Habershon, Edward Bickersteth y Louis Gausen, de Ginebra, unánimemente ubicaban el período de las 70 semanas entre 457 a.C. y 33 ó 34 d. C.

Este es el comentario de Hale sobre la ubicación de la crucifixión en 31 d. C.:

"Y después de las sesenta y dos semanas, antes especificadas como la división más larga de las 70, el UNGIDO [LÍDER] fue "cortado" por una sentencia judicial inicua en la mitad de la una semana, que constituía la tercera y última división, y que empezó con el bautismo de nuestro Señor alrededor del año 27 d.C. -cuando "Jesús . . . era como de treinta años"- y dio comienzo a su misión, la cual duró tres años y medio, hasta su crucifixión, aproximadamente en 31 d.C."

"27. Durante esta semana, que terminó en el año 34 d.C. (época del martirio de Esteban), se estableció un nuevo pacto con muchos de los judíos de todasclases, en la mitad de la cual el sacrificio del templo fue virtualmenteabrogado por el sacrificio plenamente suficiente del Cordero de Dios que quitalos pecados del [arrepentido y creyente] mundo."

El Dr. Mason defiende su elección del 7.º año de Artajerjes como el comienzo de las 70 semanas, en vez de los decretos de Ciro y Darío, con estas palabras:

"El decreto del rey persa, mencionado en esta profecía, tiene que ser el decreto de Artajerjes dado a Esdras, en el séptimo año del reinado de este monarca. Los decretos de Ciro y de Darío fueron demasiado prematuros, y el decreto de Artajerjes, en el vigésimo año de su reinado, dado a Nehemías, fue demasiado tardío, para responder a la predicción. Artajerjes dio su decreto a Esdras en el año 457 a.C. Si añadimos a este número 33 años, que era la edad de nuestro Redentor en su crucifixión, tenemos 490 años" (Two Essays on Daniel's Prophetic Number of Two Thousand Three Hundred Days [Dos ensayos sobre la cifra profética de Daniel de los dos mil trescientos días], p. 16).

La elección de 453 a.C., hecha por William Pym y unos pocos más, se basaba en la suposición de que la septuagésima semana comenzó en 30 d.C., "cuando Cristo tenía treinta años".

Esta es la fórmula de Pym:

"Por lo tanto, el pacto es el pacto evangélico, y la última semana de las setenta son aquellos siete años que comenzaron cuando Cristo tenía treinta años, y terminaron en 37 d.C. cuando se convirtió Cornelio. Sesenta y nueve semanas, o 483 años, deben, pues, computarse regresivamente desde el año 30 d.C. para el comienzo de las setenta semanas. Restando 30 de 483 nos da 453 antes de Cristo, o lo que es lo mismo, 490 años, es decir 70 semanas desde 37 d.C." (A Word of Warning in the, Last Days [Una palabra de advertencia en los últimos días], p. 26).

La relación de las 70 semanas con los 2.300 días o años es presentada por Bickersteth de esta manera:

"Del período completo de 2.300 años, 70 semanas estaban determinadas o cortadas, a partir de la restauración del continuo sacrificio hasta que se completara el perfecto sacrificio de Cristo, cuando fue levantado el templo espiritual (Juan 2: 19-21) y fue ungido el Santísimo (Hebreos 1: 9; 9: 24). Tenemos aquí, pues, el período eclesiástico de 70 semanas o 490 años, nítido y perfecto (A Practical Guide to the Prophecies [Una guía práctica para las profecías], 5.ª edición, 1836, p. 191).

7.04. Las "setenta semanas" - Opiniones de los expositores norteamericanos

Entre los intérpretes norteamericanos de la colonia, el primer expositor sistemático, Efraín Huit, en 1644 computaba las setenta semanas desde Artajerjes, y fijaba la cruz a la mitad de la septuagésima semana.

John Davenport (1597-1670), pastor puritano de Boston, comparaba las divisiones de las setenta semanas de Daniel con los eslabones consecutivos de una cadena.

Samuel Langdon (1723-1797), rector de Harvard, usaba las setenta semanas como una prueba de la solidez del principio de día por año para todos los lapsos proféticos.

Samuel Osgood computaba el período desde el séptimo año de Artajerjes hasta la crucifixión.

7.03. Las "setenta semanas" - Los portavoces de la Reforma dan varias fechas para la crucifixión

En los días de la Reforma, Lutero y Melanchton llamaron la atención a la aceptación universal de las 70 semanas como "semanas de años".

Lutero las hacía arrancar del segundo año de Darío, pero colocaba la muerte de Cristo al comienzo de la septuagésima semana. Algunos lo imitaron en esto.

Melanchton las computaba desde el segundo año de Artajerjes Longímano. Las 69 semanas llegaban hasta el bautismo de Cristo, con la crucifixión en medio de la septuagésima semana, tres años y medio después del bautismo de Jesús.

Johann Funck (m. 1566), capellán de la corte de Nuremberg, escribió el más completo y cabal tratado acerca de las 70 semanas que se hubiera compuesto hasta ese tiempo; y quizá fue el primero, en los días de la Reforma, que hizo comenzar las 70 semanas en 457 a.C. y las terminó en 34 d.C. Esto marcó época. Las consideraba como 490 años solares a partir del séptimo año de Artajerjes; y esto lo computaba y lo explicaba.

Georg Nigrinus (m. 1602), teólogo evangélico, ubicaba el período entre 456 a.C. y 34 d.C.; también colocaba la crucifixión cerca del fin.

Heinrich Bullinger, de Zurich (1504-1575), también contaba las 70 semanas desde el séptimo año de Artajerjes, cerca de 457 a.C., hasta cerca de 33 d.C., con la crucifixión de Cristo al final.

Jacques Cappel (1570-1624), teólogo francés, también comenzaba los 490 años en 457 a. C., en el "año séptimo de Artajerjes".

Joseph Mede, en 1638, teniendo en cuenta la destrucción de Jerusalén, computaba las 70 semanas desde 421 a.C. hasta 70 d.C.; pero colocaba la cruz en 33 d.C.

Por el contrario, John Tillinghast contaba 486 años hasta la crucifixión en 34d.C.

Hay pocos cambios en el énfasis y escasos debates en el período posterior a la Reforma.

Johannes Koch, teólogo alemán (1603-1669), terminaba las 70 semanas en el año 33 d.C. William Whiston (imitado por el obispo William Lloyd) extrañamente computaba el período con años de 360 días (que él suponía que eran los que usaban los persas). De esa manera calculaba los 490 años desde 445a.C. hasta algún tiempo después de 33 d.C.

Sir Isaac Newton los hacía terminar en 34 d.C.

Heinrich Horch, la Biblia de Berlenburg, Johann Bengel y Johann Petri, unánimemente colocaban la cruz a la mitad de la 70.ª semana.

Petri calculaba el período desde 453 a.C. hasta 37 d.C.

Hans Wood (imitado por William Hales) lo extendía desde 420 a.C. hasta 70 d.C.

El alemán Christian Thube ubicaba la cruz al comienzo de la última semana, en 30 d. C., haciendo terminar las 70 semanas en 37 d.C. Tal era la diversidad de interpretaciones.

7.02. Las "setenta semanas" - Los expositores medievales continúan las diferencias

Hubo pocos cambios o debates en la primera parte de la Edad Media.

Agustín computaba los 490 años hasta la cruz, declarando que la fecha de la pasión era mostrada por Daniel.

La obra anónima Sargis d' Aberga también extendía las 69 semanas hasta Cristo.

El Venerable Beda seguía la interpretación dada antes por Julio Africano, quien colocaba las 70 semanas desde el vigésimo año de Artajerjes hasta Cristo y su bautismo en la mitad de la septuagésima semana.

Los judíos medievales, Saadia, por ejemplo, entendían el período como 490 años.

En una obra atribuida por muchos a Tomás de Aquino leemos que las 70 semanas eran 490 años lunares, desde el vgésimo año de Artajerjes, con el bautismo de Cristo en medio de la septuagésima semana, y con la cruz cerca de la terminación del período.

Arnoldo de Villanova, médico del siglo XIII, situaba la muerte de Cristo después de las 62 semanas. Claramente éste no era el suceso final, porque colocaba "la mitad de la semana" en el cuarto año después de la caída de Jerusalén (año 70), o sea el cuadragésimo sexto año después de la crucifixión.

7.01. Las "setenta semanas" - Cómputo de los primeros escritores cristianos

Ireneo aludía al "sacrificio y la libación" quitados por el anticristo durante la "media semana".

Tertuliano (m. 240) afirmaba que las 70 semanas se cumplieron con la encarnación y la muerte de Cristo. Sin embargo, comenzaba este período profético con el primer año de Darío y, curiosamente, lo continuaba hasta la destrucción de Jerusalén por Tito. Declaraba que el período fue sellado con el primer advenimiento de Cristo al fin de 62 semanas y media.

Clemente de Alejandría (m.c. 220) también sostenía que las 70 semanas incluían el advenimiento de Cristo y que el templo fue construido dentro de las "siete semanas profetizadas". Judea quedó en paz durante las "sesenta y dos semanas", y "Cristo nuestro Señor, 'el Santo de los santos', habiendo venido y cumplido la visión de la profecía, fue ungido en su carne por el Espíritu Santo de su Padre". Cristo fue Señor durante las sesenta y dos semanas y más una semana, decía Clemente. Durante la primera mitad de la semana gobernó Nerón, y fue eliminado durante la otra mitad, y Jerusalén fue destruida al fin del período.

Hipólito interpretaba las 70 semanas proféticas como semanas de años literales, y hacía que los "434 años" (62 semanas) abarcaran desde Zorobabel y Esdras hasta el primer advenimiento de Cristo; pero separaba la 70.a semana de las 69 precedentes, introduciendo una brecha cronológica al colocar la última semana de años, dividida en segmentos iguales, al fin del mundo. Esta interpretación parece haber hallado poco eco en la iglesia primitiva.

Más tarde Julio Africano contó las 70 semanas desde Artajerjes I hasta la cruz. Decía:

"Por lo tanto, calculando desde Artajerjes hasta el tiempo de Cristo es como se completan las setenta semanas, de acuerdo con la enumeración de los judíos".

Sin embargo, computaba 490 años lunares (que hacía equivaler a 475 años solares desde el vigésimo año de Artajerjes (444 a. C.) hasta el 31 d.C.

Después, Orígenes de Alejandría gran deformador de la interpretación de la Biblia-, extrañamente computó las 70 semanas por décadas, haciendo así un total de 4.900 años, que él afirmaba que se extendían desde Adán hasta el rechazo de los judíos con la destrucción de Jerusalén en 70 d.C.

Después de que terminó el período de los mártires, Eusebio, obispo de Cesarea, claramente presentaba los 490 años desdePersia hasta Cristo, y añadía:

"Es muy claro que siete veces [las] setenta semanas computadas en años dan un total de 490. Ese fue, pues, el período determinado para el pueblo de Daniel".

Extendiendo las 70 semanas desde Ciro hasta el tiempo de Cristo, Eusebio separaba sus partes componentes e introducía una brecha; pero ubicaba la crucifixión en la mitad de la 70.ª semana con estas palabras:

"Una semana de años estaría representada por todo el período de su asociación [la de Cristo] con los apóstoles, tanto el tiempo antes de su pasión como el tiempo después de su resurrección. Pues está escrito que antes de su pasión se mostró durante tres años y medio a sus discípulos y también a los que no eran sus discípulos, al mismo tiempo que, por sus enseñanzas y sus milagros, revelaba los poderes de su Deidad a todos por igual, fueran griegos o judíos. Pero después de su resurrección lo más probable es que estuviera con sus discípulos un período igual a los años... de modo que ésta sería la semana de años del profeta, durante la cual él confirmó "el pacto con muchos", es decir, confirmó el nuevo pacto de la predicación evangélica".

6.10. El "continuo" - Smith vuelve a afirmar el parecer de Miller

La declaración de Uriah Smith acerca del parecer prevaleciente aparece así en la primera edición en inglés (1873) de su libro sobre Daniel:

"El cuerno pequeño [de Dan. 8] simbolizaba a Roma en toda su historia, incluso sus dos fases, pagana y papal. Estas dos fases son mencionadas en otra parte como el "continuo" (sacrificio es una palabra añadida) y la "prevaricación asoladora"; el continuo (asolamiento) significa la forma pagana, y la prevaricación asoladora, la papal. En las acciones atribuidas a esta potencia se habla a veces de una forma y otras veces de la otra. "Por él", la forma papal, "fue quitado el continuo", la forma pagana. La Roma pagana dio su lugar a la Roma papal. Y fue echado por tierra el lugar de su santuario o culto, la ciudad de Roma. La sede del gobierno fue trasladada a Constantinopla. El mismo traslado se presenta en Apocalipsis 13: 2, donde se dice que el dragón, la Roma pagana, dio a la bestia, la Roma papal, su sede, la ciudad de Roma, y poder y gran autoridad, toda la influencia del imperio" (Thoughts, Critical and Practical, on the Book of Daniel, p. 94).

6.09. El "continuo" - Jaime White y el punto de vista de Crosier

Jaime White aceptó en 1846 la enseñanza de Crosier del santuario hollado bajo los pies, pero no su identificación del "continuo" hecha en 1847.

"Decimos, pues, que el santuario celestial ha sido hollado en el mismo sentido en que el Hijo de Dios ha sido hollado. De la misma manera, el "ejército", la verdadera iglesia, también ha sido hollado. Los que han rechazado al Hijo deDios lo han hollado, y por supuesto han hollado su santuario . . .

"El papa ha afirmado que tiene "poder en la tierra para perdonar pecados", poder que sólo pertenece a Cristo. Se ha enseñado a la gente a que acuda al "hombre de pecado", sentado en su templo, o, como lo dice Pablo, que "se sienta en el templo de Dios como Dios", etc., en vez de acudir a Jesús, sentado a la diestra del Padre en el santuario celestial. Al apartarse así de Jesús, el único que puede perdonar pecados y dar vida eterna, y al conferirle al papa títulos tales como SANTÍSIMO SEÑOR, han "pisoteado al Hijo de Dios". Y al llamar a Roma la"Ciudad Eterna" y la "Santa Ciudad", han hollado la ciudad del Dios viviente y el santuario celestial. El "ejército", la verdadera iglesia, que ha acudido a Jesús en el verdadero santuario para el perdón de los pecados y la vida eterna, también ha sido pisoteada, como [lo han sido] su divino Señor y su santuario" (The Review and Herald, enero de 1851, pp. 28-29).

White y otros pioneros adventistas del séptimo día aceptaron el parecer de Crosier de que el santuario pisoteado (Daniel 8: 13) era el celestial; sin embargo, sostenían el parecer de Miller de que el santuario echado por tierra (Daniel 8: 11) era un santuario pagano y que el "continuo" era el paganismo (Joseph Bates, The Opening Heavens [Los cielos que se abren], 1846, pp. 30-32; J. N. Andrews, en The Review and Herald, 6 de enero de 1853, p. 129; Uriah Smith, Id., 1º de noviembre de 1864, pp. 180-181; James White, Id., 15 de febrero de 1870, pp. 57-58, en una serie titulada "Our Faith and Hope" [Nuestra fe y esperanza], que se reimprimió como Sermons on the Coming . . . of Christ [Sermones sobre la venida de Cristo]).

6.08. El "continuo" - Crosier y el parecer de la Reforma

En 1846 apareció un artículo de O. R. L. Crosier en el cual se exponían los resultados de su estudio conjunto con Hiram Edson y F. F. Hahn. Aunque no definía el "continuo", se basaba en la premisa de que el santuario que debía ser purificado (Daniel 8: 11-14) en 1844 era el santuario celestial, el cual comprendía el doble ministerio de Cristo, basado en su sacrificio único y absolutamente suficiente:

"¿Qué era lo que Roma y los apóstoles de la cristiandad habrían de profanar conjuntamente? Se formó esa combinación contra el "pacto santo", y lo que profanaron fue el santuario de ese pacto; lo cual pudieron hacer, así como profanar el nombre de Dios (Jer. 34: 16; Eze. 20; Mal. 1: 7). Eso era lo mismo que profanar o blasfemar el nombre divino.

"En este sentido, esta bestia "político-religiosa" profanó el santuario (Apoc. 13: 6), y echó por tierra su lugar en el cielo (Sal. 102: 19; Jer. 17: 12; Heb. 8: 1-2), cuando llamaron a Roma la ciudad santa (Apoc. 21: 2) e instalaron allí al papa con los títulos de "Señor Dios el papa", "Santo Padre", "Cabeza de la Iglesia", etc.; y allí, en el falsificado "templo de Dios", él [el papa] profesa hacer lo que Jesús en realidad hace en su santuario (2 Tes. 2: 1-8). El santuario ha sido hollado (Dan. 8: 13), así como lo ha sido el Hijo de Dios; Heb. 10: 29" (Crosier, edición extraordinaria del Day-Star, febrero 7 de 1846, p. 38).

Más tarde Crosier, acercándose al punto de vista de la Reforma, definió el "continuo" como una doctrina -la de "que Cristo 'fue crucificado por nosotros'"- que fue quitada de "él [Cristo]" y reemplazada por el papado "con sus méritos, intercesiones e instituciones en lugar de los de Cristo" (Day-Dawn, marzo 19, 1847, p. 2).

6.07. El "continuo" - Diferente interpretación de Miller

William Miller, fundador del movimiento millerita, introdujo una interpretación completamente diferente.

Combinando la expresión "el continuo" de Daniel 8: 11-14; 11: 31; 12: 11, con Mateo 24: 15 y 2 Tesalonicenses 2: 7-8, declaró que el poder de la Roma pagana debía ser quitado del camino antes de que se revelara "el misterio de iniquidad" papal. Por lo tanto, llegaba a la conclusión de que el "continuo" debía ser el paganismo, eliminado antes de que pudiera desarrollarse el papado.

Un factor vital de esta posición era su interpretación de la bestia de diez cuernos de Apocalipsis 13 como la Roma pagana, una de cuyas cabezas paganas fue herida de muerte y reemplazada por el poder civil del papado, ejerciendo esta última cabeza su poder durante 42 meses o 1260 años.

Entendía que la bestia de dos cuernos (a la que él llamaba "bestia-imagen") era el poder eclesiástico papal, pero aplicaba el número 666 a la primera bestia, como los años de la dominación pagana de Roma. Miller comenzaba este período desde el "pacto" (Daniel 11: 23) humillante de los judíos con los romanos, que él erróneamente pensaba que había ocurrido en 158 a. C.*, y que se extendería hasta la "caída" del paganismo. Calculaba esto sencillamente restando 158 (a.C.) de 666, lo que daba 508 d. C. Miller creía que ésta era la fecha de la conversión del último rey pagano. Y razonaba que este hecho suprimió el "continuo" del paganismo (Miller, Evidence From Scripture and History [Evidencia de las Escrituras y la historia], 1836, pp. 36, 50, 56-62, 71).

Este concepto, radicalmente diferente de la interpretación histórica empleada en la Reforma, fue apoyado por casi todos los milleritas. Pero alrededor de 1842 algunos de ellos comenzaron a disentir con algunas de las opiniones de Miller. En su primera carta a Miller, en 1838, su colega Charles Fitch ponía en duda la comprobación del suceso que Miller había ubicado en 508 (S. Bliss, Memoirs of William Miller [Memorias de Guillermo Miller], p. 129).

Seis meses antes del chasco de octubre de 1844, Miller declaró públicamente que sus hermanos por lo general no habían concordado con él en que 666 significaba 666 años de la Roma pagana (Midnight Cry [El clamor de medianoche], febrero 22, 1844, p. 242). En el diagrama adoptado por el congreso general de los milleritas, en mayo de 1842, se omite el número 666 como los años del paganismo, y "el continuo" como el paganismo.

6.06. El "continuo" Aplicación opuesta de Manning

Durante el despertar adventista del siglo XIX, otro cardenal católico, Henry Edward Manning, cuando se le hizo la pregunta: "¿Qué es la supresión del continuo sacrificio de Daniel 8: 11-14?", contestó que es la supresión del "sacrificio de la santa eucaristía,... el sacrificio de Jesús mismo en el Calvario, renovado perpetuamente y continuado para siempre en el sacrificio [católico] en el altar".

Después acusaba al protestantismo de haber suprimido el sacrificio de la misa en el Occidente, y afirmaba que los que hacían eso eran precursores del futuro anticristo judaico, el cual -poco antes del fin del mundo- haría que "cesara" por completo el sacrificio diario de la misa durante un corto tiempo.

Increpaba a los diversos países protestantes por la "supresión" del "continuo sacrificio", es decir el "rechazo de la misa", y tildaba esa supresión como la "marca y característica de la Reforma protestante" (The Temporal Power of the Vicar of Jesús Christ [El poder temporal del Vicario de Jesucristo], pp. 158-161).

De modo que, aunque los puntos de vista fueran opuestos, la cuestión del "continuo" siempre giraba en torno del sacrificio de Cristo y el sacerdocio, y del culto debido o verdadero de Dios.

Entre los expositores norteamericanos del siglo XIX anteriores a los milleritas, o que no participaron de ese movimiento, no había ninguna diferencia especial respecto a la interpretación histórica protestante.

Robert Reid, ministro presbiteriano reformado, en 1828 continuaba acusando a la apostasía papal de haber "contaminado horriblemente" el "santuario de Dios", y afirmaba que el anticristo así había suprimido el "continuo" (The Seven Last Plagues [Las sietes postreras plagas], pp. 4-9, 67-72).