Los escritores norteamericanos de la colonia y de los comienzos de la república (siglos XVII y XVIII) concordaron con las interpretaciones del Viejo Mundo.
Ephraim Huit, de Connecticut, primer expositor sistemático de Daniel (1644) en el Nuevo Mundo, mantuvo los cuatro imperios tradicionales, y la piedra como el reino venidero de Cristo, destacando que la mezcla de barro y hierro en los pies era la mixtura de la Iglesia Católica con los estados seculares de Europa.
Al mismo tiempo, el erudito Thomas Parker, de Massachusetts, insistía en que el reino pétreo no se establecería hasta el segundo advenimiento de Cristo, advenimiento que provocaría la destrucción de los reinos y la caída del anticristo.
Y Samuel Hutchinson, laico de Boston, declaraba que la piedra "todavía no" había sido cortada del monte.
Increase Mather, comentador prolífico de las profecías y rector de Harvard (m.1723), mencionaba las cuatro monarquías y especificaba las divisiones, afirmando asimismo que la piedra todavía no se había convertido en la montaña que llenaría todo el mundo.
Su hijo, Cotton Mather, teólogo congregacional, sostenía lo mismo. Y Nicholas Noyes, pastor de Salem, afirmaba que la imagen metálica se sostenía sobre sus "tambaleantes piernas", como si hubiera recibido un golpe demoledor de la "Piedra".
Ezekiel Cheever, maestro de escuela del mismo período en la Nueva Inglaterra, también afirmaba que el reino de Cristo no se establecería antes de que pasaran las cuatro monarquías.
Benjamín Gale, médico de Connecticut, sostenía que los pies y los dedos de los pies de la imagen eran la última forma de la tiranía romana, en la cual "los poderes civiles y eclesiásticos se unen y se mezclan".
Samuel Osgood, director general de correos de 1789 a 1791, enseñaba que el período de los pies estaba terminando rápidamente y que la piedra representaba el segundo advenimiento de Cristo.
Joshua Spalding, premilenarista de Salem, también enseñaba la típica sucesión de los cuatro imperios, y hacía corresponder el segundo advenimiento con la piedra que hiere a la imagen.
Y finalmente David Austin, que fue pastor presbiteriano, interpretaba que la arcilla y el hierro representan el poder estatal y el poder eclesiástico, y afirmaba que su destrucción se realizaría mediante el impacto predicho de la piedra.