EL DIOS QUE YO CONOZCO

2.02. Se eclipsa la exposición de la iglesia primitiva

La clara exposición de los primeros siglos de la era cristiana fue progresivamente tergiversada y mal aplicada a medida que aumentaba la apostasía. Las profecías comenzaron a ser consideradas como alegorías o verdades espirituales debido a la influencia de Orígenes (c. 185-c. 254), el ilustre teólogo y filósofo de Alejandría.

Ciertamente, en ese tiempo toda la Escritura fue sometida a este mismo proceso de interpretación en forma espiritualista, alegórico y mística. La resurrección también fue espiritualizada por Orígenes, al convertirla en una serie de reencarnaciones.

El reino de Dios fue considerado como material y terrenal por Eusebio Pánfilo (c. 265-c. 340), obispo de Cesarea e historiador eclesiástico, después de la supuesta conversión de Constantino el Grande y de su consecuente reconocimiento y protección de la iglesia cristiana, a la cual enriqueció materialmente.

A las desviaciones de Orígenes y de Eusebio se añadió un tercer concepto revolucionario, popularizado por Agustín (354-430), influyente obispo de Hipona. Agustín sostenía que la primera resurrección era espiritual, o sea, que las almas muertas resucitaban a vida espiritual; afirmaba que el reino de Dios no era otra cosa que la Iglesia Católica, la piedra de Daniel 2: 34, 45, que entonces se hallaba en proceso de convertirse en el monte destinado a llenar toda la tierra; que el diablo ya estaba atado y la humanidad ya vivía en el período de los mil años del Apocalipsis.

Todo esto se convirtió en la creencia de la iglesia predominante en la Edad Media.

Estos falsos conceptos derivados de la tendencia a la alegorización casi extinguieron, durante siglos, la luz de la verdadera interpretación.